Jesucristo como raíz de tierra seca
Subirá cual renuevo delante de él, y como raíz de tierra seca; no hay parecer en él, ni hermosura; le veremos, mas sin atractivo para que le deseemos. 3Despreciado y desechado entre los hombres, varón de dolores, experimentado en quebranto; y como que escondimos de él el rostro, fue menospreciado, y no lo estimamos. [1]
Raíz de tierra seca era una madera de lo más fea, proveniente de un árbol sin parecer que se daba en el desierto. Como en Isaías se dice del Señor: “Mas sin atractivo para que le deseemo”, sin parecer.
Nadie creía en el Señor Jesús: “por cárcel y por juicio fue quitado, porque fue cortado de la tierra de los vivientes y su generación ¿quién la contará?”
Nuestro Señor Jesucristo nació en un pesebre porque no había lugar para ellos en el mesón.
Tuvo que nacer en tierra para llevar en él la maldición que pesaba sobre nosotros desde el principio, porque la raíz de tierra seca se daba en el desierto, de un árbol que no tenía agrado, sin parecer; nuestro Señor Jesucristo llegó a hacerse maldición por nosotros para que no sufriéramos mas esa sentencia. No que haya llegado para sufrir por maldición durante su vida, sino para quitarla por completo de nuestra tierra. Dejando su trono de gloria, siendo unigénito del Padre, decidió por su propia voluntad venir a esta tierra y entregarse así mismo hasta la muerte y muerte de cruz. No teniendo nada porque sufrir, decidió sufrir por nosotros, llevando en él el pecado de muchos. Llegó hasta lo mas vil y menospreciado del mundo, cargó en él, el pecado de todos nosotros.
Otros decían: “Este es el Cristo. Pero algunos decían: ¿De Galilea ha de venir el Cristo? ¿No dice la Escritura que del linaje de David, y de la aldea de Belén, de donde era David, ha de venir el Cristo?”
7 Porque si el árbol fuere cortado, aún queda de él esperanza;
Retoñará aún, y sus renuevos no faltarán.
8 Si se envejeciere en la tierra su raíz,
Y su tronco fuere muerto en el polvo,
9 Al percibir el agua reverdecerá,
Y hará copa como planta nueva.
10 Mas el hombre morirá, y será cortado;
Perecerá el hombre, ¿y dónde estará él?
11 Como las aguas se van del mar,
Y el río se agota y se seca,
12 Así el hombre yace y no vuelve a levantarse;
Hasta que no haya cielo, no despertarán,
Ni se levantarán de su sueño.[2]
En el Segundo Adán, nuestro Señor Jesucristo se levantó como renuevo para quitar la sentencia que se dio desde el principio para el hombre y para la tierra, por eso nuestro Señor Jesucristo tenía que nacer como raíz de tierra seca, descendió hasta lo mas vil y menospreciado del mundo para levantarnos y quitar la sentencia del primer adán.
“Por cuanto todos pecaron, y están destituidos de la gloria de Dios, 24siendo justificados gratuitamente por su gracia, mediante la redención que es en Cristo Jesús”[3]
Nuestro Señor Jesucristo murió y resucitó al tercer dia para dejarnos esperanza de vida, a la cual debemos aspirar para que se cumpla la palabra, siendo que el nos adoptó para ser hijos suyoS.
“Según nos escogió en él antes de la fundación del mundo, para que fuésemos santos y sin mancha delante de él, 5en amor habiéndonos predestinado para ser adoptados hijos suyos por medio de Jesucristo, según el puro afecto de su voluntad, 6para alabanza de la gloria de su gracia, con la cual nos hizo aceptos en el Amado, 7en quien tenemos redención por su sangre, el perdón de pecados según las riquezas de su gracia.”[4]
Nuestro Señor Jesucristo quitó la sentencia de maldición que había sobre la tierra para hacernos tierra buena, tierra fértil, tierra que da fruto y que la semilla que se siembre en ella crezca, sea planta, sea árbol y que ese árbol de fruto a su tiempo, no siendo este fruto perecedero sino mas bien un fruto abundante que pueda disfrutarse a su tiempo y que vuelva a dar mas fruto.
Teniendo la esperanza de vida en Cristo Jesús, sigamos con mucho animo para que sus promesas se vuelvan reales en nuestra vida.
[1] Reina Valera Revisada (1960). (1998). (Is 53.2–3).
[2] Reina Valera Revisada (1960). (1998). (Job 14.7–12).
[3] Reina Valera Revisada (1960). (1998). (Ro 3.23–24).
[4] Reina Valera Revisada (1960). (1998). (Ef 1.4–7).